Estallido Social en Chile
- Spanish Stetson
- 14 dic 2024
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Las protestas chilenas fueron una serie de manifestaciones y disturbios masivos que se originaron en Santiago, Chile, entre octubre de 2019 y marzo de 2020, en respuesta a un aumento de casi el 4% en las tarifas del transporte ferroviario. Las tarifas de tránsito fueron las segundas más altas de América Latina (sólo superadas por São Paulo) y equivalían al 13,8% del salario mínimo, muy por encima de otras ciudades como Buenos Aires, Ciudad de México o Lima. Los acontecimientos que siguieron se describieron perfectamente en el artículo de Time de 2019: “18 muertos mientras cientos de miles de manifestantes salen a las calles en Chile”. Esto provocó una evasión de tarifas coordinada liderada por estudiantes chilenos, en la que estudiantes de secundaria y universitarios saltaron barreras de boletos para evadir el pago de la tarifa. Sin embargo, esto resultó en violentos enfrentamientos entre los estudiantes y Carabineros de Chile. El 18 de octubre de 2019, la situación empeoró aún más cuando un grupo de alborotadores comenzó a destrozar la infraestructura de Santiago, incluidos actos de incendio provocado en numerosas estaciones de transporte. En los días siguientes, las protestas y disturbios se expandieron a otras ciudades chilenas, y el 25 de octubre de 2019, en lo que ha sido declarado como “la marcha más grande de Chile”, más de 1,2 millones de personas salieron a las calles de Santiago para protestar por el aumento del costo de la vida, los bajos salarios y la desigualdad social general en América Latina.
En respuesta a los acontecimientos del 18 de octubre, el Presidente de Chile, Sebastián Piñera, invocó la Ley de Seguridad del Estado, que impulsó el despliegue de las Fuerzas del Ejército de Chile en todas las regiones del país; una orden que, según él, tenía como objetivo evitar una mayor destrucción de la propiedad pública. Sus respuestas, sin embargo, fueron objeto de intensas críticas tras su anuncio televisado, en el que afirmó que “Chile estaba en guerra con un enemigo violento”. Tras la reacción violenta, Piñera intentó disculparse por los problemas sociales actuales de Chile y anunció una serie de reformas sociales previstas, denominadas "Nueva Agenda Social". Sin embargo, las propuestas fueron rechazadas y consideradas insuficientes, dada la magnitud de las protestas, por la oposición, que también afirmó que favorecían a las empresas privadas.
Curiosamente, el movimiento chileno no tenía líderes ni medios de comunicación claros y, en cambio, dependía de las redes sociales para compartir información. Los miembros de la coalición estaban formados por maestros de escuela, estudiantes y ciudadanos de clase trabajadora, que vieron a los abuelos marchar y manifestarse en solidaridad junto a sus hijos y nietos. Sin embargo, incluso sin un líder centralizado, hubo muchos activistas que demostraron grandes cualidades de liderazgo y devoción por la reforma social de Chile.

En el artículo del New York Times de 2019, "Chile Despertó", Javiera López Layana, activista y estudiante de la Universidad de Chile, además de una de las organizadoras de la protesta, compartió su opinión sobre la crisis política, educativa y económica de Chile. En la entrevista, Layana, quien fue el primer miembro de su familia en asistir a la universidad, describió la pesada carga financiera de su familia mientras luchaban para costear su educación. Layana afirmó que “se suponía que la educación sería nuestra escalera para salir de la pobreza, pero resulta que la deuda es una mochila pesada. Existe este discurso del mérito, del esfuerzo, del 'hay que madrugar', pero, aunque madrugamos nada va a cambiar". Un sentimiento que comparten abrumadoramente muchos otros graduados chilenos que creen que los empleadores a menudo discriminan a los candidatos de las clases sociales más pobres.
Si bien el aumento de las tarifas del metro puede ser la chispa que encendió la llama, las protestas chilenas fueron el resultado directo de décadas de desigualdad de ingresos y aumento del costo de vida. El Banco Mundial describe la economía de Chile como “una de las economías de más rápido crecimiento de América Latina en las últimas décadas”. Sin embargo, Chile tiene la tasa más alta de desigualdad de ingresos entre treinta y cinco de las naciones más ricas del mundo. Además, según el Instituto Nacional de Estadísticas de Chile, si bien el salario mínimo en Chile es de 301.000 pesos, “la mitad de los trabajadores de ese país recibe un salario igual o inferior a 400.000 pesos”. Y como nación que históricamente ha sufrido desigualdad de ingresos y empleo entre sexos, jóvenes y trabajadores poco calificados, Santiago ubica viviendas de lujo, escuelas privadas y hospitales adyacentes a escuelas públicas y barrios marginales superpoblados y con fondos insuficientes.
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